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2/08/2009

Derechos Homosexuales en Cuba: por el respeto a la dignidad humana

Alberto Roque Guerra
27 de mayo del 2008

El complejo proceso de formación del imaginario homófobo tiene marcados antecedentes religiosos que surgieron en gran parte de los países occidentales por la influencia del credo judeocristiano. De esa manera, con el paso de los siglos, se empoderó férreamente el pensamiento patriarcal, machista y heterosexual en las relaciones entre los seres humanos y se perpetuaron la discriminación y la marginalización de las mujeres y de toda aquella persona que se apartara de esas rígidas normas impuestas por la Iglesia. La Inquisición persiguió y eliminó a todo ser humano que desafiara estas relaciones de poder. Con el debilitamiento de la Iglesia y el aumento del papel gobernante del Estado en las formaciones sociales occidentales, el delito de pederastia se incluyó en los códigos penales de los países europeos y de sus colonias de ultramar.

El término homosexualidad surge en el siglo XIX con los aportes de la Medicina. El sexólogo inglés Havelock Ellis denominó entonces a estas personas como invertidas, designación que se popularizó posteriormente. Sin duda alguna, la Medicina profundizó el estigma contra las personas homosexuales.

A finales del siglo XIX y principios del XX, el sexólogo judío alemán, Magnus Hirschfeld, realizó importantes aportes a la comprensión de la sexualidad humana en sus expresiones más diversas y fue un valiente luchador por los derechos de las personas homosexuales y transgéneros. Lamentablemente, gran parte de su obra se perdió por la persecución nazi durante las primeras décadas del siglo XX.

En los años 60 y 70 del pasado siglo, surge el llamado movimiento de liberación homosexual en los Estados Unidos. En 1973 la Sociedad Americana de Psiquiatría concluía que “La homosexualidad, de por sí, no implica ningún impedimento en el juicio, la estabilidad, la confiabilidad ni las capacidades sociales y vocacionales en general…”. Sin embargo, no fue hasta el 17 de Mayo de 1990, que la Organización Mundial de la Salud eliminó del Manual de Enfermedades Mentales a la Homosexualidad.

Consecuentemente, la homofobia transitó por enfoques religiosos, jurídicos y científicos. Estas influencias fueron determinantes en la formación de la nación cubana y se complementaron con los aportes de los cultos africanos. El triunfo de la Revolución Cubana representó un avance en eliminar la discriminación racial y de género, sin embargo, no fue así con el reconocimiento de las personas homosexuales. De hecho, se cometieron injusticias y arbitrariedades avaladas por criterios médicos, políticos y jurídicos. La ostentación pública de la homosexualidad siguió siendo penada por la Ley hasta la década de 1980.

Los últimos 18 años han sido favorables en la evolución del imaginario social en este sentido, sin embargo, la sociedad cubana actual continúa permeada de ideas y concepciones machistas y patriarcales, a pesar de los esfuerzos realizados por la Revolución por eliminar esta herencia cultural de casi 500 años. La familia, como núcleo fundamental de la sociedad, es el marco fundacional de estas relaciones de poder. Las personas homosexuales nacen y crecen, en la mayoría abrumadora de los casos, en el seno de una familia heteroparental, es decir, son hijos de padres heterosexuales y crecen, por lo tanto, bajo códigos heterosexistas y machistas.

La orientación erótica hacia personas del mismo sexo –homosexualidad- o hacia ambos sexos- bisexualidad- se forma natural en inconscientemente a lo largo de la niñez y se consolida al final de la adolescencia. La dura tarea de ser “macho”, de la cual tampoco escapan los varones heterosexuales, conlleva a una alta carga de responsabilidad para los padres. La simple insinuación o muestra de que la homosexualidad o la bisexualidad será una de las maneras de expresar la sexualidad se convierte en una tragedia para toda la familia. Nadie escapa a ese sufrimiento.

La invisibilidad de las lesbianas, discriminadas doblemente por el hecho de ser mujeres y homosexuales, así como el rechazo abierto a las personas transgéneros –travestis y transexuales- son una realidad en la Cuba de hoy.

La marcada resistencia a comprender esta realidad deriva en la exclusión, la marginación y hasta el maltrato físico de los niños y adolescentes que comienzan a tener inclinaciones homosexuales. Ellos crecen con una marcada culpa ante la ingenuidad para entender el motivo de estas acciones. La familia se fracciona y ha provocado hasta la ocurrencia de suicidio de algunos de sus miembros.

Bajo estas mismas condiciones se esgrimen hoy día todas las razones para impedir que las parejas homosexuales formen una familia -en este caso homoparental-. Pero, ¿cual es el referente de la familia homoparental? Los estudios realizados en otras sociedades de occidente demuestran que las niñas y los niños que crecen bajo la tutela de padres del mismo sexo no presentan una mayor incidencia de trastornos psicológicos ni de problemas con el aprendizaje en comparación con las hijas e hijos de personas heterosexuales. El ejercicio de la maternidad y de la paternidad, además de ser un derecho, no guarda relación alguna con la orientación sexual ni con la identidad de género. La familia homoparental no representa una amenaza a la fecundidad ni a la reproducción humanas. Las personas homosexuales, bisexuales y transgéneros – de ambos sexos- desean ejercer una maternidad y una paternidad responsables y son capaces de transmitir valores morales.

El reconocimiento legal de las parejas homosexuales en nuestro país es también un asunto pendiente. Mientras perdure esta situación, seguirá siendo discriminatoria. Muchas personas de nuestra generación han adoptado el concubinato como forma de unión entre personas de diferentes sexos que es reconocida ante la ley con las mismas prerrogativas que el sacrosanto matrimonio. Las parejas de hecho son, al menos en Cuba, la forma más viable por el momento, de lograr el reconocimiento legal de estas uniones. Esto no representa tampoco una amenaza a la institución del matrimonio. La familia es el objetivo fundamental a sensibilizar sobre los temas de la diversidad sexual. Las instituciones y los actores de la sociedad civil tendremos que continuar desarrollando un intenso trabajo educativo que permita revertir los prejuicios relacionados con la sexualidad.

La educación en asumir una sexualidad sana y responsable debe formar parte de los programas educativos en todos los niveles de enseñanza mediante la implementación del Programa Nacional de Educación Sexual.

Los medios de difusión desempeñan un papel fundamental en la lucha contra la homofobia. La realidad de las personas homosexuales en Cuba aun tiene un pálido reflejo en los medios. El acercamiento a la espiritualidad de las personas homosexuales y transgéneros se realiza desde una perspectiva eminentemente heteroxesista, en la que se silencia a la persona homosexual y se profundizan los estereotipos que se tienen sobre ellos. No se debe pretender saturar respecto a este tema, ni de dar la idea de proselitismo sexual o de “homosexualizar” a la población. Los medios de comunicación deben trazarse estrategias inteligentes y dinámicas que eduquen y sensibilicen a la gente. No se trata de provocar un enfrentamiento entre homosexuales y heterosexuales, sino de promover el diálogo y la comprensión de todas las realidades de la diversidad humana. También deben eliminarse de una vez y por todas a los personajes humorísticos que se burlan del “diferente”. Esto nos llevaría a transmitir mensajes mucho más cercanos al respeto a la dignidad humana.

Resulta llamativo el contenido de un artículo que leí hace unos días, en el marco de la conmemoración de la Jornada Cubana contra la Homofobia, donde el autor -cubano él- evoca en un discurso invertebrado a Dios, la ONU. y a Martí para exponer su posición respecto a estos temas. Evocar a Dios, se explica por sí sólo en el marco de este escrito. Evocar al apóstol me pareció un golpe bajo, sobre todo por descontextualizar el pensamiento de Martí sobre las relaciones amorosas de la época en que le tocó vivir. Citar al Maestro es contradecir su profundo pensamiento emancipador, de igualdad y de apelación a la dignidad humana.

En cuanto al tema de los Derechos Humanos Universales reconocidos por la ONU, es evidente que el autor desconoce todo el movimiento que crece en el mundo por la defensa de los derechos de las personas homosexuales y transgéneros. La Asociación Mundial de Salud Sexual (WAS, por sus siglas en inglés), reconocen la existencia de los Derechos Sexuales y Reproductivos (1). Los especialistas del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) y de la Sociedad Cubana Multidisciplinaria para el Estudio de la Sexualidad (SOCUMES) son miembros de la WAS y participaron en la elaboración de esa Declaración. Los gobiernos miembros de las Naciones Unidas aun tienen que sensibilizarse en trazar políticas que reconozcan plenamente estos derechos. En el marco jurídico se redactaron en 2006 los Principios de Yogyakarta (2), en plena concordancia con la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Prestigiosas instituciones científicas del mundo y las organizaciones no gubernamentales trabajan arduamente en buscar un espacio en el marco de las Naciones Unidas que permitan el reconocimiento de los derechos sexuales como derechos humanos universales.

Las cubanas y los cubanos, independientemente de nuestra orientación sexual, tenemos la responsabilidad ética y moral de eliminar cualquier forma de discriminación. Voltear la cara ante estos hechos desde la mayoría –no por ello dominante- es un acto de injusticia.

Notas: